Has pensado....

: : : ―Deberías ver los ojos de Axel ―contesté dándole la espalda mientras caminaba hacia la ventana que (no fue ninguna sorpresa) estaba cubierta por tablas.
«Incluso tú llorarías al ver esos ojos.» : : :

miércoles, 30 de diciembre de 2009

The Wolve's Howl XI

11. Winterlake.

En mi habitación crecía un fuego agradable dentro de la chimenea, las antorchas estaban encendidas al igual que algunos candelabros con montones de velas. Todo el cuarto estaba cubierto por un brillo sumamente cálido y especial. Sin embargo, el dolor que sentía en mi corazón era demasiado que me impedía disfrutar de todo aquello. Incluso, no podía concentrarme en los preparativos para recibir a Nicolai.

Yagtiah estaba ahí dentro conmigo. Se encargó de colocarme las mejores pieles y de arreglar la cama como él sabía hacerlo. Por más que lo intentaba, no lograba sacar una sonrisa de mi rostro. Sentía como si la hora de mi sacrificio se aproximara. Lo único que me daba tranquilidad es que sabía que Axel estaba bien. Yagtiah me había asegurado que Nahtiash estaba con él, estaba tranquilo así que yo debía estar tranquilo. Aunque no dejé de sentir el dolor aguijonear mi corazón, traté de relajarme y dejar que todo pasara. Era por un momento solamente. La idea de que pronto regresaríamos a Winterlake lograba calmarme un poco pero no lo suficiente. Sin embargo me dio fuerzas para poder sobrellevar esa noche.

―¿Por qué no se recuesta Señor? – preguntó Yagtiah mostrando mi lugar en la cama. Me sorprendió que se dirigiera a mí de esa manera, pero comprendí que esto no era una situación normal. Ahí y entonces, se trataba de rangos. De descendencia.

Hice lo que me dijo y me recosté sobre el lecho. El había cortinas que colgaban del dosel de la cama, pero tenía la vista al frente completamente libre. Mi corazón palpitaba con fuerza.

Cuando Yagtiah encendió el incienso, se acercó a mí y comenzó a desnudarse. Su cuerpo era hermoso. Aún no estaba completamente desarrollado, era fino y liso sin rastro alguno de bello. Tenía las caderas delineadas perfectamente. Sus piernas eran fuertes y el nombre de su hombría comenzó a crecer con rapidez. No sé qué fue lo que me sucedió en ese momento. Sentí que, dentro de mí, mi lobo estaba aullando. La energía en mi pecho estaba creciendo y de pronto sentí un dolor en mi abdomen. Como si unas garras hubieran atravesado mi piel.

―Señor, deja que sala el Loup que está dentro. Él quiere tomarme, él quiere estar aquí. Conmigo – la voz de Yagtiah era sensual y exquisita. Cada palabra que decía era un salto que daba el animal que estaba dentro de mí. Sabía que tenía razón, definitivamente era el afán de imponer su ley, era el deseo de demostrar que era un Alfa y la única manera que podía lograrlo era tomando al chico entre mis brazos, dejarlo sobre la cama y reclamarlo como mío. No me importaba que fuera de alguien más.

―Él me pidió atenderlo como a él mismo – dijo el muchacho. Bello muchacho – esto es lo que hago para atenderlo.

Se subió a la cama y empezó a caminar como si tuviera cuatro patas, verlo imitar su caminar de lobo me excitó de sobre manera. Sentí que mis ojos comenzaron a cambiar, aún no tenía la visión en blanco y gris, sentí que mis ojos estaban brillando. Se detuvo frente a mí e inclinó su rostro. Entonces su cuerpo fino y terso se empezó a cubrir de ese pelaje color canela. Su espalda, su costado, incluso sus manos se llenaron de pelo. Escuché su respiración que era agitada y profunda, no en dolor, sino en placer. De su cabeza salieron dos puntiagudas orejas y de su nariz y boca creció un fuerte hocico.

No estaba completamente convertido, se detuvo justamente a la mitad del camino. Aún era un hombre – ya no tenía la apariencia de un chiquillo, salvo por sus ojos donde aún se reflejaba su inocencia y ternura – pero ya demostraba sus características lobunas. Su cola estaba arqueada hacia arriba, en sus dedos estaban creciendo unas pequeñas y finas garras negras. Cuando se incorporó comenzó a hablarme todavía con ese tono sensual. Como el canto de un Ángel. Me morí de ganas por escuchar su aullido, seguramente sería algo sumamente mágico.

―Permítame tocarlo, Señor – dijo extendiendo su mano-pata hacia mi pecho.

―Puedes hacerlo – dije – pero deja de llamarme Señor. Mi mano acarició su cabeza y Yagtiah cerró sus ojos y comenzó a moverse al ritmo de mis caricias. De haber sido algún felino, estaría ronroneando en ese momento.

Su mano-pata me quitó el abrigo y acarició mi pecho, mi abdomen mientras murmuraba algunas palabras que no entendía. Estaba hablando conmigo… estaba hablando con quien estaba dentro de mí. Me recostó completamente en la cama. Mi vista se perdió en el dosel rojo que estaba sobre mí. Cerré mis ojos y sentí entonces su cálida lengua jugar con mis pezones. Al instante sentí que estaban atravesando mi piel con unas filosas garras. No quise reprimir un par de gemidos para indicarle a mi compañero que lo estaba haciendo muy bien.

De pronto se detuvo y terminó su transformación. En cuestión de segundos tenía a un enorme lobo color canela enseguida de mí. Recostado a mi lado en la cama, yo me encontraba desnudo y no sabía qué hacer entonces. Así que, mientras me calmaba y obligaba a mi corazón y a mi lobo a calmarse, comencé a acariciar el lomo de Yagtiah, quien apoyó su cabeza sobre mi pecho y cerró sus ojos. Sus orejas se movían de un lado al otro hasta que escuché un ruido en la puerta principal. Supe que Nicolai estaba entrando a la habitación.

Nicolai se detuvo frente a la cama, por el espacio que estaba abierto. Nos vio con una sonrisa y una evidente satisfacción. Me moví un poco y me apoyé con mi costado, flexioné mi brazo para detener mi cabeza.

―Yagtiah – dijo como un padre que le habla a su hijo dormido - ¿podrías darme espacio?

El chico, lobo, se levantó y caminó por un lado de la cama, se recostó de nuevo, pero ahora en mi espalda, fue agradable sentir su calor. Apoyó su cabeza sobre mi cintura, gesto que me causó algo de gracia y fue entonces en ese momento cuando pude sonreír por primera vez en todo el día, no ante lo que estaba ocurriendo, sino ante la tierna caricia que Yagtiah me estaba haciendo.

Nicolai se sentó frente a mí y rozó mis labios y mis mejillas.

―Estás haciendo lo correcto – dijo Nicolai con una sonrisa – todo va a estar bien. Debemos estar unidos. Tú y yo, debemos saber cómo mantener nuestra conexión viva. Esto no es solamente para satisfacer el cuerpo humano, es un ritual. Es algo más puro que todo lo demás. Es lo que mantiene, lo que mantendrá, unidas a nuestras manadas. Llegarás a ser un gran Alfa, Jordan. Aunque… - Nicolai guardó silencio y me vio directamente a mis ojos – veo que no estás sonriendo. Tu rostro no muestra emoción. Tu Loup está sumamente tranquilo.

Volteó a ver a Yagtiah y este levantó su cabeza, y colocó una pata sobre mi cintura. Yo no dejé de ver a Nicolai quien me regresó la mirada.

―No estás convencido de esto. Lo haces porque tienes que hacerlo. ¿Cierto?

―Gran Nicolai, a pesar de todo lo que has hecho-

―¿Cierto? – preguntó con un tono serio. Sentí que todos nuestros esfuerzos se estaban desvaneciendo y que nuestra oportunidad de conseguir ayuda y regresar, se esfumaba. Entonces supe que, si me estaba hablando como un Alfa, estaba en mi derecho de hablar como un Alfa.

―Cierto es que esta situación no me es placentera en lo absoluto. Sin embargo me encuentro en la posición en que debo elegir entre mi deber y mi querer. Tal es el caso que he decidido hacer lo que sea necesario para salvar a mi manada. No con pleno placer, debo añadir, sino con plena convicción. Si así deben de ser las cosas, que así sean.

Nicolai se puso de pie frente a mí y sentí que Yagtiah se comenzaba a poner nervioso. Seguramente había insultado a nuestro anfitrión, sin embargo, mi postura estaba firme. No la iba a cambiar. Efectivamente NO quería estar ahí, pero en ese momento no tenía otra opción.

Justo entonces alguien abrió las puertas de la habitación y entró corriendo. Se detuvo en seco y me contempló enteramente. Axel tenía ese brillo tan especial y encantador que siempre había poseído. Una cálida sonrisa estaba creciendo en su rostro. No imagino el impacto y el dolor que debió haber sentido al verme desnudo, tumbado en una cama con un lobo detrás de mí y el Alfa enfrente.

­―Axel – dije con un susurro y levantó su mano para pedirme que guardara silencio.

―No puedo – volteó a ver a Nicolai, solo que no inclinó su cabeza y desvió su mirada – no puedo dejar que hagan esto. Si la traición es de lo que se me acusará, estaré dispuesto a afrontarlo, pero no voy a permitir que toquen la joya que he encontrado en él. Jordan – Axel caminó y se sentó junto a mí en la cama, en ese momento dejó de importarnos que Yagtiah, Nicolai y Nahtiash nos estuvieran observando – no puedo tenerte lejos de mí, es mi trabajo protegerte, es mi obligación cuidarte… pero además de eso, lo más importante es que quiero hacerlo. No soportaba la idea de que estuvieras aquí arriba… debes estar conmigo, en la cama o en la calle, debes estar conmigo.

―Axel… no quería, en verdad no quería… pero, qué pasa con-

―Encontraremos la manera de salvarlos. Estaremos mejor juntos, que divididos. Los vamos a poder salvar. Tu y yo, lo vamos a hacer.

Extendí mi brazo hacia atrás tomando a tientas el abrigo que estaba sobre la cama. Yagtiah se movió pero permaneció sentado a mi lado. Me cubrí y abracé a Axel con todas mis fuerzas. Después me dirigí a Nicolai.

―Mucho les agradecemos las atenciones y la hospitalidad que nos han brindado en estas tierras, Gran Nicolai. Sin embargo… mi corazón, así como el de mi lobo, le corresponden a alguien más. No puedo traicionar esta unión mágica. Me niego a traicionarla. Sin embargo, solamente tengo una petición que hacer. De Alfa a Alfa, te pido nos permitas marcharnos cuanto antes, sin resentimientos ni malas intenciones.

Nicolai estuvo observando en todo momento, mantuvo su postura y su porte. Por lo que pude apreciar era realmente un caballero.

―Has hecho bien tu trabajo Guardián. Has sobre puesto lo más importante en la vida de un Loup, que es su manada, por mantener intacta la relación que guardas con tu Alfa. Debo reconocer que es verdaderamente una desilusión, pero también es digno de admirarse lo que los dos acaban de hacer. Nunca fue el pensamiento de Oly el tener rivalidades entre las manadas. Un pensamiento que aún el día de hoy sigo honrando. Mi querido Oly. Mucho me dolió el llegar a escuchar de su muerte, y es por eso – y por la demostración de profundo amor, respeto y lealtad de la que acabo de ser testigo – que no los dejaré partir solos. Nuestras manadas ya se encuentran ligadas por otros medios.

«Nahtiash, avisa a la manada. Que los Guardianes se preparen. Todos saldremos al amanecer. Yagtiah, entiendo que has pedido permanecer al lado de Jordan, aunque al parecer su Guardián no lo dejará solo. ¿Es aún tu deseo permanecer con él? – El chico caminó un poco a mi lado y con su cabeza me hizo levantar mi brazo y se acomodó para que pudiera abrazarlo – muy bien, en verdad voy a extrañarte amigo mío. Entonces los dejo, Jordan, Axel. Salimos con los primeros rayos del sol, y un pequeño consejo – nos dijo antes que saliera de la habitación – no desperdicien los arreglos y los preparativos que Yagtiah realizó, sería una descortesía»

Como había estado esperando, el camino de regreso no fue tan pesado. Ya sea porque teníamos una compañía de quizá veinte o treinta lobos, o quizá por la emoción de regresar a casa, tal vez era la urgencia de llegar lo que nos hacía correr distancias enormes, sin pararnos a descansar.

Estuve reviviendo lo que hicimos en todos nuestros días de camino. Por mi mente pasaban pensamientos y sensaciones de nostalgia, pero eran rápidamente aplacabas por otras de rencor, y urgencia. Urgencia de venganza.

Mi preocupación más fuerte era poder llegar a tiempo. Mucho temía que los visitantes se hubieran apoderado de todo lo que teníamos y si ese era el caso, no nos podríamos acercar a la casa principal, ni siquiera cruzar las bardas de piedra que la rodeaban. Durante todo el trayecto estuvimos tratando de mantener la calma. Debo admitir que entre las pláticas con Yagtiah y mis noches con Axel, el tiempo pasó volando.

Cuando nos acercamos a los terrenos de Winterlake Axel intentó hablar con Amy sin obtener éxito alguno. Tendríamos que adivinar quién de los que estaban en la casa estaba convertido en lobo. Leo tampoco respondía a nuestro llamado. Estábamos desconectados.

Nos ocultamos justo debajo de la última línea de árboles. La primera que comenzaba a marcar el inicio del bosque. A lo lejos, bajando la colina, se encontraba la casa. La figura era grande, y estaba oscura. Fría. Nunca la había visto de esa manera, siempre las luces de la cocina, de los porches y de algunos cuartos en el segundo piso estaban encendidas. Podíamos ver la silueta recortada de la oscuridad de la noche. Entonces temimos lo peor.

―¿Hay algún lugar donde podamos acercarnos más a la casa?

―El bosque está muy cerca del lado de la cocina – dijo Axel mientras se ponía en marcha para guiar a todo el equipo.

Recorrimos el anillo exterior del bosque hasta llegar al punto al que Axel se había referido. La cocina estaba frente a nosotros a tan solo unos metros de distancia. Con esos pequeños movimientos alcancé a ver varios lobos que no eran de nuestra manada. Entonces lo supe, no se irían fácilmente. Pero tenían que irse.

Axel y yo logramos atravesar los jardines y llegar hasta el interior de la casa. El silencio era demasiado espeso. No había un solo sonido que pudiéramos detectar. No sabía qué estaba ocurriendo, debía de haber alguien en la casa, pero todo estaba desierto.

De nuevo en nuestra forma humana, después de haber conseguido algunas ropas, nos dirigimos casi instintivamente hacia la biblioteca. Si es que estaba ocurriendo algo, sabíamos que debíamos ir ahí.

―No hay nadie – dije en un susurro entrando a la fría y oscura habitación - ¿dónde están todos?

―Shh – me calló Axel con un ligero apretón de mi mano. Entonces empezó a caminar, sin soltarme, hacia unas pequeñas puertas que daban a un privado. Alcancé entonces a ver una tenue luz, prácticamente imperceptible, del otro lado.

Justo a quien estábamos buscando. Dexter estaba sentado detrás de un enorme escritorio de pesada madera con un libro abierto frente a él. Algunos rollos de papel estaban junto y algunos mapas.

―Dexter – dije tratando lo más que pude de contenerme. Sin embargo, inmediatamente tuve que comenzar a tranquilizar a Axel.

―¡¿Dónde está Amy?! ¡¿Dónde están todos?!

―Tranquilo… Axel… cálmate – lo tomé fuertemente de la mano, un gesto que Dexter no dejó pasar desapercibido y contestó con una sonrisa sumamente fría.

―Por favor Axel… escúchalo. Cálmate un poco ¿quieres? – Dexter se puso de pie y se dirigió a una pequeña mesa que tenía algunas botellas - ¿les puedo ofrecer algo chicos?

―Basta Dexter… todo se terminó. Solo dinos dónde están los demás – dije con el tono más serio que pude obtener. Esperaba que fuera suficientemente amenazador.

¿Tú me estás dando órdenes, a mí? Es algo peligroso cachorro. No tienes idea de lo que puedo llegar a hacer. Debes aprender a respetar a tus superiores.

―Y tu deberías aprender a respetar las Líneas que nos separan, Dexter. Esta es manada.

―¡Tu manada! – Dexter comenzó a reírse de una manera sumamente macabra – nuestro pequeño Guardián ha estado metiéndote ideas en la cabeza ¿cierto? Jordan… - dio un trago a su vaso con un líquido ambar – esta no es tu manada. No tienes derecho alguno sobre ella. No puedes llegar un día siendo nada más que un niño y esperar que te entrenen y que crezcas para que de pronto pretendas tomar posición de algo que no conoces. No eras nada más que un niño Jordan, un estúpido cachorro que no tenía idea ni siquiera de lo que podía hacer.

«De no ser por la maldita bondad de Oly, hubieras muerto de hambre en la carretera. Fue mera coincidencia que terminaras aquí con nosotros. Y créeme, un Alfa no se forma por meras coincidencias»

―Todo parece indicar lo contrario Dexter – Axel habló un poco más calmado esa segunda vez – recuerda cómo llegó aquí. Según tengo entendido, nadie ha podido lograr una transformación a tan corta edad… nadie a los ocho años ha podido lograr domar a su lobo para evitar que lo mate. Nadie ha podido Dexter, ni siquiera tú.

―Axel, me decepcionas completamente. Te dejas convencer por – apuntó hacia su escritorio, en particular hacia el libro que tenía en la mesa – simples y estúpidos cuentos de hadas. Que, por cierto, ¿encontraste tu mágica manada del Norte? Debo de reconocer, que me sorprende tu fuerza para ir y regresar hasta las lejanas Tierras del Norte, hasta – entonces caminó hacia el escritorio y consultó el mapa - ¿Alaska? Cielos Axel, ¿fuiste hasta Alaska? Y regresaste con nada.

―Iría hasta donde fuera necesario si eso implicaba una pequeña ayuda para recuperar nuestra tierra de invasores, y traidores.

―Son palabras hirientes Axel.

―Y merecidas, Dexter.

―Bien. Basta con esta plática. Chicos, tengo en mente un plan para esta familia. Estaba esperándolos para poder someterlo a una votación. Saben que siempre me ha gustado la democracia, sin embargo, puesto que se fueron… sin consultármelo, por cierto, he decidido comenzar a ejecutarlo. Por cierto, tu madre está de acuerdo con esto, Axel.

¿Madre?

―Donde está – dijo sin despegar sus dientes.

―Está a salvo. Con algunos de mis nuevos amigos, al igual que lo que… queda, de nuestra manada.

Axel comenzó a avanzar hacia Dexter, pero lo alcancé a detener del brazo.

―Por favor Axel… tenemos que encontrarlos. Vamos.

―Axel, Axel… ¿siempre haciendo lo que te ordenan cierto? – Los ojos de Dexter se fijaron en mi mano que sostenía con fuerza la de él – siempre has sido así. Siempre has sido el perro de alguien… aunque, a juzgar por lo que veo, ahora eres la perra de alguien.

Sentí un golpe muy fuerte en mi pecho que me hizo caer hacia atrás. Mientras caía vi cómo Axel saltaba sobre el escritorio y golpeaba con el pie a Dexter, quien cayó hacia atrás, contra la ventana. El vaso que sostenía en su mano se quebró en el piso de madera. Justo cuando tenía pensado comenzar a golpear a Dexter, dos lobos negros saltaron sobre él mostrando sus afilados colmillos. Uno lo mordió en la pierna y el otro clavó sus afiladas dagas en su brazo.

Axel comenzó a gritar de dolor y entonces sentí que todo se volvía gris y blanco.

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